De café
a guayoyo
Salvador
Rodríguez(*)
A Julián Barrios,
el
último mohicano en saberes del café
A
finales del siglo XIX
y comienzo del
XX, San Casimiro
producía más de
40.000 quintales de
café. De 1934, en
unos papeles viejos
y guardados, con
mucho celo por
Pedro Manuel Acosta Gondelles ( fueron de Rafael
Ángel Acosta Álvarez
y antes de Pedro
Manuel Álvarez Vera ), se
atesora la memoria de 38
haciendas de café, que muestra de cómo la brisa de los buenos tiempos del
café iba quedando quieta .
De esos longevos
y ajados documentos (en esas condiciones los recibió
Pedro Manuel Acosta) se puede inferir los pormenores que ayudaron a la confección
de la mortaja, empleada para colar y sacar el más pálido guayoyo.
En aquellos días de 1934, Pedro Manuel Álvarez, presentó, ante la Cámara de Comercio, un
informe relativo de los agricultores necesitados del Distrito San Casimiro. En ese desventurado expediente,
que exponía el aventajado cueño, se mostraba la radiografía de cómo andaban
dentro de sus linderos cada una de las 38 haciendas, y que pudo conocer don
Pedro Manuel Álvarez, ya que otras se habían quedado sin revelar la producción
de sus cosechas.
Después de escuchar aquella terrible comunicación,
que vino a ser la llave que iba cerrando todas las puertas a laboriosos hombres
y mujeres, que sólo vivían de ese café,
endulzado con papelón, producido en los muchos tablones en varios sitios de la
campiña sancasimireña; la gente se fue a sus casas.
Muchos no entendieron lo que había dicho don Pedro. Lo que sabían, es que, la cosa andaba
mal y se iba a poner peor.
Esa noche no se sentaron a las puertas de sus casas.
La noche del quince, de nuevo, se
sentaron; quizás la tristeza y el desasosiego iba desapareciendo, que había
cundido en ese fatídico 14 de
agosto de 1934, entre los pobladores de la muy parecida comarca andina. Los
laboriosos sancasimireños se sentaban, al regresar de sus maltrechas haciendas,
a las puertas de sus viviendas a conversar de lo dulce y lo salobre de las
cosas de la vida. Las conversaciones siempre
estaban matizadas con guayoyo y cambures asados, y un Flor de Aragua
para ahuyentar los zancudos.
La noche del quince, don Antonio Torrealba, se sentó
casi en la entrada de la casa de María
de Jesús Gamarra de Nieves. Don Antonio entendía lo que estaba
ocurriendo a sus haciendas. Don
Antonio era un destacado tribuno, literato y comerciante, que cuando hablaba;
la mayoría de las veces, utilizaba un lenguaje literario. También tenía una bodega,
donde hoy está La Prefectura, que era atendida por el joven Eleazar Casado.
Para ilustrar la situación que se vivía en 1934, se podrían transcribir lo que
le dijo don Antonio al Sr. Augusto Gonzales, quien llegó a su bodega a pedir
fiao: “Amigo Augusto, debido a la situación precaria por la que está
atravesando el negocio no podemos suministrarle el crédito”. Augusto se volteó
y le preguntó a Eleazar: ¿Qué dijo? Eleazar le respondió: “Qué no se puede fiar
porque la cosa está bien mala”.
La población de San Casimiro, ya había sufrido la
fiebre amarilla en 1913, y la gripe española en 1918 o “La Peste del Besuqueo”,
como la nombra Oscar Yanes en Así son las Cosas. “Estos flagelos causaron
muchas víctimas y consternaron dolorosamente a sus habitantes”. Pero la ruina
del café debió significar algo peor, que esos flagelos, para los
sancasimireños, ya que, sí seguían conservando sus vidas, iban perdiendo el
orgullo heredado de sus antepasados que “quisieron levantar no una iglesia
modesta como la de cualquier otro pueblo, sino algo monumental con torres y
cúpula y tres naves y una fachada imponente”. Era como si un diluvio de vicisitudes cayera sobre sus finanzas y que para protegerse de su enclenque
economía blandían el menguado
presupuesto municipal que era reconducido cada dos meses.
Aquella noche, don Antonio Torrealba agarró una
silleta y se sentó en el frente de la casa de María de Jesús Gamarra de Nieves.
María de Jesús era la esposa del Sr.
Francisco Nieves, quien era bodeguero y Presidente del Concejo Municipal de San Casimiro (en este cargo estuvo varios años).
¿Qué te pareció el informe, María de Jesús? Caray,
Antonio, yo no sé qué decirte, le dijo María Jesús. Y tú ¿qué opinas? Le
devolvió la pregunta, porque ella sabía que
estaba ante un personaje que conocía muy bien la situación del país, de cómo se
iba trasladando el país cafetalero hacia el país petrolero. La situación de San
Casimiro no mejoraría y él sabía, a pesar de las supuestas bondades que
manifestaban, cómo apretaban los acreedores y más si eran casas comerciales
como Santana Hermanos y sucesores, fundada en 1783, que funcionaba en París y
Caracas.
(*)Cronista oficial de San
Casimiro, estado Aragua
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