martes, 17 de febrero de 2015

De café a guayoyo




De  café  a  guayoyo    
Salvador Rodríguez(*)
 A Julián Barrios,
el último mohicano en saberes del café

A  finales  del  siglo XIX  y  comienzo  del  XX,  San  Casimiro  producía  más  de  40.000  quintales  de  café.  De  1934, en  unos  papeles  viejos  y  guardados,  con  mucho  celo  por  Pedro  Manuel  Acosta Gondelles ( fueron de  Rafael  Ángel  Acosta  Álvarez  y  antes  de Pedro  Manuel  Álvarez  Vera ), se  atesora  la memoria de 38 haciendas de café, que muestra de cómo la brisa de los buenos tiempos del café  iba quedando quieta .
De esos longevos  y  ajados  documentos (en esas condiciones los recibió Pedro Manuel Acosta) se puede inferir los pormenores que ayudaron a la confección de la mortaja, empleada para colar y sacar el más pálido guayoyo.
En aquellos días de 1934, Pedro Manuel Álvarez,  presentó, ante la Cámara de Comercio, un informe relativo de los agricultores necesitados del  Distrito San Casimiro. En ese desventurado expediente, que exponía el aventajado cueño, se mostraba la radiografía de cómo andaban dentro de sus linderos cada una de las 38 haciendas, y que pudo conocer don Pedro Manuel Álvarez, ya que otras se habían quedado sin revelar la producción de sus cosechas.
Después de escuchar aquella terrible comunicación, que vino a ser la llave que iba cerrando todas las puertas a laboriosos hombres y mujeres, que sólo  vivían de ese café, endulzado con papelón, producido en los muchos tablones en varios sitios de la campiña sancasimireña; la gente se fue a sus casas.
Muchos no entendieron lo que había dicho don  Pedro. Lo que sabían, es que, la cosa andaba mal   y se iba a poner peor.
Esa noche no se sentaron a las puertas de sus casas. La noche del quince, de nuevo, se  sentaron; quizás la tristeza y el desasosiego iba desapareciendo,  que había  cundido en ese fatídico  14 de agosto de 1934, entre los pobladores de la muy parecida comarca andina. Los laboriosos sancasimireños se sentaban, al regresar de sus maltrechas haciendas, a las puertas de sus viviendas a conversar de lo dulce y lo salobre de las cosas de la vida. Las conversaciones siempre  estaban matizadas con guayoyo y cambures asados, y un Flor de Aragua para ahuyentar los  zancudos.
La noche del quince, don Antonio Torrealba, se sentó casi  en la entrada de la casa de María de Jesús Gamarra de Nieves. Don Antonio entendía  lo que estaba  ocurriendo a sus haciendas. Don  Antonio era un destacado tribuno, literato y comerciante, que cuando hablaba; la mayoría de las veces, utilizaba un lenguaje literario. También tenía una bodega, donde hoy está La Prefectura, que era atendida por el joven Eleazar Casado. Para ilustrar la situación que se vivía en 1934, se podrían transcribir lo que le dijo don Antonio al Sr. Augusto Gonzales, quien llegó a su bodega a pedir fiao: “Amigo Augusto, debido a la situación precaria por la que está atravesando el negocio no podemos suministrarle el crédito”. Augusto se volteó y le preguntó a Eleazar: ¿Qué dijo? Eleazar le respondió: “Qué no se puede fiar porque la cosa está bien mala”.
La población de San Casimiro, ya había sufrido la fiebre amarilla en 1913, y la gripe española en 1918 o “La Peste del Besuqueo”, como la nombra  Oscar Yanes en  Así son las Cosas. “Estos flagelos causaron muchas víctimas y consternaron dolorosamente a sus habitantes”. Pero la ruina del café debió significar algo peor, que esos flagelos, para los sancasimireños, ya que, sí seguían conservando sus vidas, iban perdiendo el orgullo heredado de sus antepasados que “quisieron levantar no una iglesia modesta como la de cualquier otro pueblo, sino algo monumental con torres y cúpula y tres naves y una fachada imponente”. Era  como si un diluvio de vicisitudes  cayera sobre sus finanzas y  que para protegerse de su enclenque economía  blandían el menguado presupuesto municipal que era reconducido cada dos meses.
Aquella noche, don Antonio Torrealba agarró una silleta y se sentó en el frente de la casa de María de Jesús Gamarra de Nieves. María  de Jesús era la esposa del Sr. Francisco Nieves, quien era bodeguero y Presidente del  Concejo Municipal  de San Casimiro (en este cargo estuvo varios años).
¿Qué te pareció el informe, María de Jesús? Caray, Antonio, yo no sé qué decirte, le dijo María Jesús. Y tú ¿qué opinas? Le devolvió la pregunta, porque ella sabía  que estaba ante un personaje que conocía muy bien la situación del país, de cómo se iba trasladando el país cafetalero hacia el país petrolero. La situación de San Casimiro no mejoraría y él sabía, a pesar de las supuestas bondades que manifestaban, cómo apretaban los acreedores y más si eran casas comerciales como Santana Hermanos y sucesores, fundada en 1783, que funcionaba en París y Caracas.

(*)Cronista oficial de San Casimiro, estado Aragua

No hay comentarios:

Publicar un comentario