Más enamorao que el pavo de Vicentico
Salvador Rodríguez
El hombre, en su paso por la
vida, ha dejado historias de su comportamiento, como también se han registrados hechos que tienen como
protagonistas a las cosas y a los animales. Los refranes lo acompañan, desde
tiempos remotos, y sirven para dejar
sembrado en el alma de la gente, la conducta que manifiestan los seres
que observamos. Esta es la historia de un refrán, que se originó en un patio de
gallinas, acompañadas de un pavo y de un gallo espuelúo, defensor terrible de
los desmanes de un pavo.
Antes de proseguir con la
historia, debemos hablar de Vicente Pérez, el dueño del pavo. Agosto es alfa y
omega en el tránsito vital de Vicente Pérez. Nació el 30 de agosto de 1905 y
murió el 25 de agosto de 1988.Su padre fue Vicente D’milita (italiano y primo
hermano del médico Vicente D’milita), de quien heredó el diminutivo de “Vicentico”;
y su madre, Rosenda Pérez, conocida por todos con el nombre de Rosa. Su maestro
de primeras letras fue Lucas Guillermo Castillo Hernández (en ese tiempo
conocido como el cura luquita) y compartía en el recreo, con sus condiscípulos,
Miguel Valero y Héctor Visconti, El
Judas con San Simón (papelón con queso), que su madre Rosa le preparaba. Su
hermano mayor, Domingo, le ayudaba con la mitad de las responsabilidades
propias de su tiempo: vigilar y contar los chivos que su padre tenía (entre La
Palomera y La Cueva El Sapo y que hoy son las calles Independencia y El Vigía, respectivamente),
ir a buscar la leña, hacer los mandados y resolver las tareas que le asignaba
el estricto maestro Castillo Hernández. Tres meses después de cumplir los
veinticinco años de edad, contrae matrimonio (el 15 de diciembre de 1930) con
la joven y apuesta Zenobia García, hermana mayor del Sr. Rafael García (conocido
como el sapo). Andando el tiempo la feliz pareja, se residencia en La Cortada
del Papelón donde establecen una posada que era muy frecuentada por arrieros y
carreteros que venían del Llano, de San Sebastián y de San Casimiro. Allí
pernoctaban los arrieros Francisco Rivero y Ventura Casares, quienes iban a
Caracas a llevar el café sancasimireño tan solicitado por los pobladores de la
ciudad de los techos rojos y de regreso traían víveres para La Perseverancia
(de Rafael A Vargas), La Equidad (de Nicolás Guevara Díaz) y la bodega de don
Antonio Torrealba.
Mientras juntaban dinero,
atendiendo a los posaderos, venían los hijos. José, Luis, Roso Vicente (que
falleció pequeño), Domingo, Rosendo, Carmelina, Olga (Bogo) y Evelio, que
nacieron en San Casimiro, y Hortencia y Aída, en La Cortada del Papelón. En el
gobierno del Benemérito Gómez ejerce el puesto de Comisario y fue tanto el buen
trato hacia los demás, que no dejó enemigos a pesar de ser el régimen de Juan
Vicente Gómez un irrespetuoso de los derechos humanos. Con sus ahorros compró
la casa, donde siempre vivió y hoy viven sus descendientes, a su comadre María
de Arcella. Allí estableció bodega y restaurante, y en la parte de atrás un
buen corral con gallinas, un pavo y gallo espuelùo.
En la buena comida y la
atención esmerada se edificó la fama que rápidamente adquirió el sitio de venta
de comida. Fue tan vertiginoso el prestigio alcanzado por el restaurante, que
el sitio comenzaron a llamarla la Esquina de Vicentico desplazando lo que hasta
ese momento se conocía como la Esquina La Bencomera. Además de El Pavo de
Vicentico se venía a sumar La Esquina de Vicentico. La gente de los pueblos es
sabia para darle el nombre justo a las cosas.
Evelio, el hijo menor de
Vicentico, recuerda durante la conversación, de que eran como cincuenta
gallinas junto a un pavo y un gallo con espuelas grandes, y que Bachaco (Gerardo
Coita) decía que era una navaja picoe’loro en cada pata. El patio daba a un
costado de la calle y todo el que pasaba tenía que ver con el pavo y con el
gallo. Una vez, enfrente de La Esquina de Vicentico, se hallaban Gerardo Coita (bachaco),
Luis Beltrán Ochoa (payapaya) y Andrés Ruiz. En ese momento una mujer pasaba y
bachaco le aflojó las riendas a un piropo, y con una chispa oportuna Andrés
Ruiz le dijo al bachaco: “Eres más enamorao que el pavo de Vicentico”, y
enseguida se escuchó la voz de payapaya que le decía a Andrés: “Y tú eres un
monseñor pa’bautizar”.Desde ese instante, quedó que cada vez que alguien
piropeaba a una mujer se le decía tu eres más enamorao que el pavo de Vicentico
y al señor Andrés Ruiz le quedó para siempre el sobrenombre de “monseñor”.
Cuentan que el refrán “más
enamorao que el pavo de Vicentico”, se debió a que el animal no podía ver mujer
en el corral, ya que abría las dos alas para cortejarla y si el marido corría
en su auxilio, intervenía el gallo para entablar pelea con el marido. También,
afirman las lenguas, que una vez un marido, de una de las tantas mujeres que se
asomaban por el corral, terminó corriendo hasta El Monumento de San Antonio y
con el gallo atrás. De buenas fuentes nos informamos de la infausta noticia de
que el pavo se lo robaron en diciembre de 1958, y asegurando que unos cuantos
probaron su carne en las fiestas de navidad.
Cronista Oficial del Municipio
San Casimiro
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