martes, 17 de febrero de 2015

Más enamorao que el pavo de Vicentico



Más  enamorao que el pavo de Vicentico

Salvador  Rodríguez

El hombre, en su paso por la vida, ha dejado historias de su comportamiento, como también se han  registrados hechos que tienen como protagonistas a las cosas y a los animales. Los refranes lo acompañan, desde tiempos remotos, y sirven para dejar  sembrado en el alma de la gente, la conducta que manifiestan los seres que observamos. Esta es la historia de un refrán, que se originó en un patio de gallinas, acompañadas de un pavo y de un gallo espuelúo, defensor terrible de los desmanes de un pavo.
Antes de proseguir con la historia, debemos hablar de Vicente Pérez, el dueño del pavo. Agosto es alfa y omega en el tránsito vital de Vicente Pérez. Nació el 30 de agosto de 1905 y murió el 25 de agosto de 1988.Su padre fue Vicente D’milita (italiano y primo hermano del médico Vicente D’milita), de quien heredó el diminutivo de “Vicentico”; y su madre, Rosenda Pérez, conocida por todos con el nombre de Rosa. Su maestro de primeras letras fue Lucas Guillermo Castillo Hernández (en ese tiempo conocido como el cura luquita) y compartía en el recreo, con sus condiscípulos, Miguel Valero y Héctor  Visconti, El Judas con San Simón (papelón con queso), que su madre Rosa le preparaba. Su hermano mayor, Domingo, le ayudaba con la mitad de las responsabilidades propias de su tiempo: vigilar y contar los chivos que su padre tenía (entre La Palomera y La Cueva El Sapo y que hoy son las calles Independencia y El Vigía, respectivamente), ir a buscar la leña, hacer los mandados y resolver las tareas que le asignaba el estricto maestro Castillo Hernández. Tres meses después de cumplir los veinticinco años de edad, contrae matrimonio (el 15 de diciembre de 1930) con la joven y apuesta Zenobia García, hermana mayor del Sr. Rafael García (conocido como el sapo). Andando el tiempo la feliz pareja, se residencia en La Cortada del Papelón donde establecen una posada que era muy frecuentada por arrieros y carreteros que venían del Llano, de San Sebastián y de San Casimiro. Allí pernoctaban los arrieros Francisco Rivero y Ventura Casares, quienes iban a Caracas a llevar el café sancasimireño tan solicitado por los pobladores de la ciudad de los techos rojos y de regreso traían víveres para La Perseverancia (de Rafael A Vargas), La Equidad (de Nicolás Guevara Díaz) y la bodega de don Antonio Torrealba.
Mientras juntaban dinero, atendiendo a los posaderos, venían los hijos. José, Luis, Roso Vicente (que falleció pequeño), Domingo, Rosendo, Carmelina, Olga (Bogo) y Evelio, que nacieron en San Casimiro, y Hortencia y Aída, en La Cortada del Papelón. En el gobierno del Benemérito Gómez ejerce el puesto de Comisario y fue tanto el buen trato hacia los demás, que no dejó enemigos a pesar de ser el régimen de Juan Vicente Gómez un irrespetuoso de los derechos humanos. Con sus ahorros compró la casa, donde siempre vivió y hoy viven sus descendientes, a su comadre María de Arcella. Allí estableció bodega y restaurante, y en la parte de atrás un buen corral con gallinas, un pavo y gallo espuelùo.
En la buena comida y la atención esmerada se edificó la fama que rápidamente adquirió el sitio de venta de comida. Fue tan vertiginoso el prestigio alcanzado por el restaurante, que el sitio comenzaron a llamarla la Esquina de Vicentico desplazando lo que hasta ese momento se conocía como la Esquina La Bencomera. Además de El Pavo de Vicentico se venía a sumar La Esquina de Vicentico. La gente de los pueblos es sabia para darle el nombre justo a las cosas.
Evelio, el hijo menor de Vicentico, recuerda durante la conversación, de que eran como cincuenta gallinas junto a un pavo y un gallo con espuelas grandes, y que Bachaco (Gerardo Coita) decía que era una navaja picoe’loro en cada pata. El patio daba a un costado de la calle y todo el que pasaba tenía que ver con el pavo y con el gallo. Una vez, enfrente de La Esquina de Vicentico, se hallaban Gerardo Coita (bachaco), Luis Beltrán Ochoa (payapaya) y Andrés Ruiz. En ese momento una mujer pasaba y bachaco le aflojó las riendas a un piropo, y con una chispa oportuna Andrés Ruiz le dijo al bachaco: “Eres más enamorao que el pavo de Vicentico”, y enseguida se escuchó la voz de payapaya que le decía a Andrés: “Y tú eres un monseñor pa’bautizar”.Desde ese instante, quedó que cada vez que alguien piropeaba a una mujer se le decía tu eres más enamorao que el pavo de Vicentico y al señor Andrés Ruiz le quedó para siempre el sobrenombre de “monseñor”.
Cuentan que el refrán “más enamorao que el pavo de Vicentico”, se debió a que el animal no podía ver mujer en el corral, ya que abría las dos alas para cortejarla y si el marido corría en su auxilio, intervenía el gallo para entablar pelea con el marido. También, afirman las lenguas, que una vez un marido, de una de las tantas mujeres que se asomaban por el corral, terminó corriendo hasta El Monumento de San Antonio y con el gallo atrás. De buenas fuentes nos informamos de la infausta noticia de que el pavo se lo robaron en diciembre de 1958, y asegurando que unos cuantos probaron su carne en las fiestas de navidad.




Cronista Oficial del Municipio San Casimiro

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