Semblanza de tres heroínas
Salvador Rodríguez (*)
El
diccionario Larousse, define la palabra heroína, en su primera acepción lo
siguiente: “Mujer de gran valor, dotada de sentimientos nobles y elevados”.
Esta definición es acertada para valorar la vida de tres mujeres, cada una en
su oficio, pero con una sola finalidad: servirle a la comunidad.
Estas
tres mujeres son: Carmen Rengifo de Fuentes, Rosa Loreto de Reverón y Otilia
Machuca de Macero, y que a continuación damos a conocer la vida de cada una de
ellas:
Carmen
Antonia Rengifo de Fuentes; nació en San Casimiro, el 2 de noviembre de 1905 y
murió el 16 de julio de 1979. Hacedora y ventera, por más de 60 años, de
calsadilla, golfeado, guargüero, pan dulce, suspiro, bizcochuelo y torta maría
luisa. Aprendió el oficio de la Sra. Juana Ramona Acosta de Gómez, esposa de
José Antonio Gómez y madre de Joseíto Gómez. Celebraba con devoción y alegría,
el día del Carmen, día de su cumpleaños y de su santo. Ese día, hacía chicha de
arroz y dulce de lechosa con piña, para recibir a los músicos, que con Rafael
Ramón Betancourt a la cabeza, le traían a su casa, en el barrio Chupadero una
serenata. Los músicos, después que se metía la procesión a la iglesia, se
presentaban, además de Rafael Ramón, Rafael Parra y José Bándes, y arrancaban
con “Adiós a Ocumare” y finalizaban al amanecer con una canción que no recuerda
su hija Margarita. En el mes de mayo, la negra Carmen, como la conocieron en la
población, celebraba El Velorio de Cruz, que amanecía con la voces roncas de
Nino Zamora, Luis Beltrán Ochoa y Marcelo Hernández, que aclaraban los dos
últimos con aguardiente claro.
Rosa
Loreto de Reverón, nació en Sabana Grande, parroquia de Altagracia de Orituco,
estado Guárico, el 5 de mayo de 1920. Llegó a San Casimiro en 1946. Comenzó a
trabajar como cocinera, cuando hacían la carretera y allí junto a sus hijos e
hijas, en una casa de bahareque, en El Loro, les preparaba la comida a los
peones, que entre chistes y sudores, ponían bonita la carretera que une a las
poblaciones de Cúa-San Casimiro. Luego fue cocinera del primer comedor popular
que existió en San Casimiro, ubicado en la calle Barrialito, actualmente calle
Sucre. Después les cocinó a varios médicos, en el dispensario, situado donde
está el ambulatorio. Allí les cocinó, al Dr. Curiel, primer director del
dispensario y luego a los doctores Visconti, a Pompeo Arcella, quien la inició
en la práctica de la enfermería y de la atención del parto, que la agigantaron
como una brillante y famosa partera. Tantos son los hombres y mujeres de hoy
que Rosa Loreto ayudó a venir a la vida, que son muchos los que la recuerdan
con grato cariño. Al tiempo de estar conviviendo con Antonio Reverón, se
casaron en Altagracia de Orituco. Después se vino a San Casimiro para luego
retornar a Altagracia de Orituco, donde murió el 26 de agosto de 1967. Muchos
fueron los esfuerzos de su hija Margarita, radicada en Cúa, para traer sus
restos a San Casimiro, donde sus habitantes la recuerdan con amor y gratitud.
Otilia
Machuca de Macero, nació en la población de Cúa, estado Miranda, el 8 de
septiembre de 1929. Llegó a San Casimiro
a la edad de seis años, en 1935. Su primera maestra fue María Herminia Ramos,
mujer de teatro, que impartía clases en la casa donde andando el tiempo,
funcionaría la biblioteca pública Luis Roberto Casado, en la calle La Amargura,
casa propiedad de la Sra. Graciela de Parra. Luego estudió con María Isabel
Nieves de Borges, donde vive la familia Nieves en la calle Monagas. Después en
el Francisco Isnardi con los maestros Luis Roberto Casado y Martín Díaz en la casa donde habita la familia
Castro Morales. En 1948, bajo el gobierno de Gallegos, perteneció a las
actividades educativas de CIDEA; escuelas prácticas, donde fue demostradora del
hogar y enseñó cocina, costura, arreglos para el hogar como hacer sillas y
mejoramiento de viviendas. El 15 de marzo de 1951, contrajo matrimonio con
Domingo Macero. Desde muy joven, se dedicó al oficio de la costura. Otilia
agarraba ruedo, zurcía y confeccionaba
vestidos. Su casa, ubicada en la calle Monseñor Arias Blanco, se llenaba
de infinidades de personas, que mandaban hacer el traje para la ocasión; en
semana santa los trajes para pagar promesas al Nazareno, el 4 de marzo y 16 de
julio, a la gente le gustaba estrenar y Otilia era la indicada para esos días.
En diciembre eran cestas de cortes de telas para coser y la gente esperaba para
estrenar, el mejor vestido hecho por las mágicas manos de Otilia. Muchos son
los vestidos que guardan muchos escaparates y armarios que dan fe de la buena
costura de Otilia.
(*) Cronista de San
Casimiro, estado Aragua
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